Decía Albert Einstein: "No es suficiente enseñar a los hombres una especialidad. Con ello se convierten en algo así como máquinas utilizables pero no en individuos válidos. Para ser individuo válido, el hombre debe sentir intensamente aquello a lo que puede aspirar. Tiene que recibir un sentimiento vivo de lo bello y de lo moralmente bueno. En caso contrario se parece más a un perro bien amaestrado que a un ente armónicamente desarrollado. Debe aprender a comprender las motivaciones, ilusiones y penas de las gentes para adquirir una actitud recta respecto a los individuos y a la sociedad. Estás cosas tan preciosas las logra el contacto personal entre la generación joven y los que enseñan, y no al menos en lo fundamental los libros de textos....Para que exista una educación válida es necesario que se desarrolle el pensamiento crítico e independiente de los jóvenes, un desarrollo puesto en peligro continuo por el exceso de materias y sistema puntual). Este exceso conduce necesariamente a la superficialidad y a la falta de cultura verdadera. La enseñanza debe ser tal que pueda recibirse como el mejor regalo y no como una amarga obligación". Para lograr lo que Einstein dice en el párrafo anterior es necesario la intervención del docente, pero no un docente tradicionalista sino que alguién que transforma actitudes hacia entes más críticos , cuestionadores de su propia realidad, reflexivos y , donde haya una interacción entre el que enseña y el que aprende y que este último logre llegar trascender de lo cognitivo a lo metacognitivo. No se trata de saturar a nuestros estudiantes de textos y tecnología, sino más bien de aplicar estrategias didácticas que permitan evaluar y valorar aprendizajes significativos, si realmente lograron las competencias deseadas en la asignatura desarrollada, aplicando diferentes pruebas evaluativas que evaluén lo cognoscitivo, procedimental y lo actitudinal.
10 de diciembre de 2009 20:48
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